¿Cómo nos afecta lo que pensamos?

Hola a todos y bienvenidos un domingo más a mi blog, yo soy Andrea Doadrio y aquí hablamos de psicología.
Esta semana os traigo un nuevo artículo, esta vez hablando de las creencias irracionales y cómo eso nos afecta en nuestra forma de ver el mundo y de narrarlo.
Quería empezar esta entrada hablando sobre las distorsiones cognitivas o los errores de pensamiento, pero para comenzar a hablar de ello es esencial comprender que existe una relación entre nuestros pensamientos, sentimientos y nuestra conducta.
Nuestros pensamientos originan una serie de sentimientos y estos a su vez influyen de forma beneficiosa o perjudicial a nuestra conducta: si nuestro sistema funciona correctamente, cuando percibimos un estímulo nuestra parte más racional aprecia si es beneficioso o perjudicial para nosotros; si resulta beneficioso, entonces nuestra parte más emocional lo aceptará de una forma más positiva y querrá acercarse a ese estímulo de forma más continuada. Sin embargo, cuando resulta perjudicial, nuestra parte más emocional no se sentirá cómoda y tenderá a alejarse de ese estímulo.
Esto es el correcto funcionamiento del sistema, pero ¿qué ocurre cuando nos sentimos invadidos por las emociones y por pensamientos negativos (sobre mí mismo, el mundo o el futuro)?
En esta entrada voy a centrarme en la invasión de estos pensamientos o creencias negativas y cómo eso nos termina afectando en nuestro día a día y para ello voy a guiarme por el maravilloso libro de pensar bien, sentirse bien de Paul Stallard, donde las distintas distorsiones cognitivas se organizan en seis modalidades de errores:
- Los aguafiestas: donde se encuentran las creencias irracionales de la abstracción selectiva y la descalificación de lo positivo, provocan que terminemos centrándonos en las cosas negativas que nos suceden, haciendo que obviemos el resto de las experiencias positivas que vivimos.
- Agrandar las cosas: donde se encuentran las creencias irracionales del pensamiento dicotómico, la magnificación y la generalización excesiva, estas creencias irracionales provocan que le demos una importancia excesiva a las experiencias negativas que vivimos.
- Predecir que las cosas nos van a salir mal: aquí se encuentra la creencia irracional de la inferencia arbitraria, pues esta creencia irracional nos condiciona a esperar que nos sucedan cosas malas.
- Pensamientos afectivos: donde nos encontramos con el razonamiento emocional que se refiera a cuando las emociones nos invaden y nos obnubilan.
- Condenarnos a que forzosamente nos salga mal: este es el grupo al que pertenecen las expectativas no realistas (cuántas veces nos marcamos unos objetivos que son inalcanzables y sentimos malestar cuando no somos capaces de cumplirlos).
- La culpa la tengo yo: donde nos encontramos con la creencia irracional de la personalización, esta creencia nos predispone a asumir (automáticamente) la responsabilidad de todos los acontecimientos negativos que surgen a mi alrededor.
Una vez que sabemos los principales grupos, podemos comenzar a realizar una serie de ejercicios para detectar nuestras creencias irracionales más frecuentes para poder comenzar a cuestionarlas.
Para ello, podemos apuntar en una hoja nuestros pensamientos negativos, valorando cuánto nos lo creemos en una escala (por ejemplo, ¿del 1 al 10 cuánto me creo que nada me sale bien nunca?) e identificando su veracidad a través de pruebas de realidad (por ejemplo, el otro día esto sí que me salió bien).
Hay muchos otros ejercicios que se pueden hacer para detectar nuestras creencias irracionales y que pueden ayudarte a dirigirte hacia un pensamiento más equilibrado.
Muchas gracias por tus comentarios
Bibliografía: Stallard, P. (2007): Pensar bien, sentirse bien. Bilbao: Desclée de Brouwer.